martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo 9 Un amor deshidratado necesita un cambio

Los días iban pasando. Y cada día que pasaba junto a él, me daba cuenta de que algo había cambiado en nosotros, ya no éramos los mismos. Éramos dos buenos actores que fingían quererse. Nuestro amor era falso, actuado. No sabía qué podría haber sido el fruto de ese cambio. Quizás forzamos demasiado el amor hasta agotarlo, hasta deshidratarlo. Volviendo a aquellos últimos días, los dos estábamos distantes, demasiado. Parecíamos simples desconocidos. Fue un cambio tan radical que no tuve tiempo de averiguar el por qué de todo esto. Me evitaba, rehuía mis miradas, apenas me hablaba. Eso me desmoralizaba bastante, pero yo no hacía nada diferente a lo que hacía él, yo también le evitaba y le rehuía, pero sólo porque él lo hacía. Pasamos varios días así, apenas hablábamos. Los días tan bonitos que pasamos juntos, todo ese amor incalculable juntos... Esos días parecían tan lejanos... Parecían haber desaparecido y no pretendían volver más. Nuestro amor se había roto. La magia se había esfumado y yo sabía el por qué. Pasé días culpándome de todo ello, machacándome a mí misma. Era todo un bucle de sufrimiento mutuo. Pasamos días fatales. Se iba de casa y no volvía hasta tarde. Tenía conversaciones infinitas desde el móvil con personas a quienes yo no conocía. Los días de novela romántica habían desparecido. Pero todo empeoró una semana después. Aquel día decidí ser yo la que saliera y no volviera hasta tarde. Él no me lo discutió, ya apenas conversábamos. Así que hice eso. Pasé todo el día fuera, con algunos amigos. Allí estaban algunos: Jesús, Merche, Daniel, Esteban y Alicia. Esa estúpida... ¿Cómo no lo vi venir? Tampoco era de esperar que mi mejor amiga se acostara con mi novio...
Aquel día, Alicia fue de las primeras en marcharse, decía que había conocido a un chico y que habían quedado aquella noche.

<< ¿Un chico? ¡Ya me contarás, eh!>>- Le dije. Quién me iba a decir a mí que en realidad se iba con mi chico. Recuerdo como me sonrió tras mi comentario y se fue de allí rápidamente.

Cuando llegué a mi casa, me extrañó ver todo apagado. Me preguntaba si Álex habría salido al igual que yo. No me sorprendía, ya no nos contábamos ni nos consultábamos nada.

Me encontraba agotada después de un buen paseo y varios cubatas. Tenía ganas de tumbarme y dormirme para dar la bienvenida a un nuevo y, quién sabe si no un feliz, día. Mi sorpresa fue que, al abrir la puerta de mi habitación, lo que me encontré fue a Álex y a Alicia en mi cama haciendo el amor.

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Si tuviera que describir cómo me encuentro ahora mismo, no sabría cómo empezar. Tengo la rosa de Félix en mi mano, un dedo ensangrentado y dolorido y por mi mente fluyen rebosantes pensamientos, cada cuál más confuso.

Sí, me encuentro confundida, eso es.

Félix me quiere... ¿Félix me quiere? Ni siquiera tengo seguro eso... Ni siquiera sé si yo le quiero... Ni siquiera sé si hice bien al venirme aquí, a León, a cientos de kilómetros de mi ciudad para cambiar de vida...

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Mis ojos se abrieron tan rápido cómo mi boca. El bolso cayó de mis dedos y dio un fuerte golpe contra el suelo. Estaba atónita. Los dos miraron hacia la puerta y me vieron. También se sorprendieron. Entonces Álex apartó cuidadosamente las sábanas, se levantó de la cama y vino hacía mí. Alicia se tapó el cuerpo con las sábanas y se apretó junto a ellas mientras me miraba con miedo.

- Violeta...- Álex intentó acariciarme el hombro, pero me aparté rápidamente.- Violeta...- Volvió a repetir mientras posaba sus dedos bajo mi barbilla

- Déjame.- Respondí secamente y aparté sus asquerosos dedos de mi cara.- Apártate de mí Alejandro.

Eso le dejó bastante tocado, jamás le había llamado así.

- Yo... sólo quiero explicarte...

- No tienes nada que explicar, ya ha quedado bastante claro.- Volvió a querer acercarse a mí.- ¡Apártate de mí! ¡Ni se te ocurra tocarme!- Le di una fuerte bofetada en la cara.

Tanto él como Alicia se quedaron sorprendidos. Yo comencé a llorar.

- ¡Fuera!

- Pero...

-¡Fuera he dicho! ¡No te quiero volver a ver en mi vida! ¡Márchate! ¡Esfúmate, véte de aquí como siempre haces!- Y le eché a patadas de mi piso. Le cerré la puerta en las narices.

Volví a la habitación y observé a la que antes era mi amiga, ahí, arrodillada en el colchón con la mirada llena de miedo.

- Y tú...- Me acerqué a ella lentamente, entre lágrimas.- De ti sí que no me lo esperaba...- Ella me miraba llorando también.- Tú eras mi amiga, Alicia...

- Yo... Lo siento...

- Oh, ¡y tanto que lo sientes! ¡Has destruido una pareja! ¡Eso te reconcomerá durante toda tu vida!- Le cogí del brazo y, junto con la sábana tapándole el cuerpo, le tiré fuera de mi habitación.- ¡Fuera! ¡Véte con él! ¡Acostaos todo lo que queráis! ¡Ya nada importa!- Perdí el control y la eché de mi piso al igual que a Álex.

Le eché una última mirada de odio y de tristeza a la vez. Recuerdo su mirada de desconcierto.

Volví dentro y rápidamente metí varias cosas de él en una maleta, la cerré bruscamente y abrí puerta. Aún seguían allí los dos. Les miré enfadada y arrojé la maleta por los aires haciéndola caer por las escaleras.

- ¡Ahí tienes tus cosas! ¡Ahora no quiero volver a verte jamás!- Cerré la puerta con un fuerte portazo.

Los vecinos debieron de ser testigos de nuestra pelea, de nuestra primera y única discusión que acabó con nuestro amor.

Caí al suelo de rodillas y comencé a llorar hasta que se me acabaron las lágrimas y la fuerza de seguir.

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Aquellos recuerdos me fulminan. Es curiosos lo rápido que cambia todo en tan poco tiempo. Con lo bien qué nos iba... Con todo el amor que nos teníamos... Y ahora nos odiamos... Los recuerdos de aquellos días felices parecen de ensueño.

Ahora tengo la oportunidad de volverme a enamorar, de volver a sentir lo que sentí, de volver a ser feliz, de estar con otra persona que me merezca, que me quiera, que me haga sentir bien. Ahora tengo la oportunidad de empezar algo nuevo con Félix, de experimentar si nuestra amistad puede pasar a un nuevo paso, de arriesgarme, de cambiar.

<< Fase tres: Salir y olvidarse de todo>>

Hay que arriesgar, porque si no se arriesga no se puede saber si esto va a funcionar o no. Necesito olvidar, pasar página y Félix será la mano que me ayude a pasarla.

Le daré una oportunidad.

Salgo decidida de mi habitación y me dirijo hacia la de Félix. Llamo tímidamente, aún con la rosa en la mano. No pasa ni un segundo cuando me abre la puerta. Me mira extrañado. Yo le entrego la rosa en signo de una respuesta. Los dos sonreímos.

- Vaya, veo que has tomado la decisión adecuada. Intentaré que te guste la experiencia.

 

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