Tomaré mi camino. El camino correcto. Lo sé, estoy segura.
Ahora vago por la ciudad buscando algún hostal o alguna posada donde pasar la noche. Voy con todas mis maletas y esto hace que la gente comience a mirarme. No me importa demasiado, es normal. Cruzo algunas calles, llego hasta la catedral y me paro un segundo para tomar aire. La observo, es realmente grande y bonita. La plaza de la catedral está repleta de personas que han decidido pasar el día de compras. Me abrocho la cremallera de la sudadera hasta arriba, hasta el cuello casi. Me ajusto el pañuelo bien en el cuello y sigo mi camino. Hace un poco de frío, bueno quizás bastante. En estos meses ya es normal que se note el frío y más aquí. Noviembre, un mes en el que hace que la ciudad esté impregnada de una fina capa blanca. Nieve.
Observo un rato más el paisaje tan espléndido, por llamarlo de alguna forma y sigo andando.
A pocos metros de allí encuentro un piso que se alquila. Sin dudarlo me apunto el número en un papel improvisado y lo meto en el maletín. El papel en realidad es un pañuelo, pero como no tengo papel ahora mismo, me sirve.
Satisfecha por encontrar al fin un piso donde pueda comenzar todo, me regalo el lujo de poder sonreír por fin de verdad después de todo un día lleno de emociones.
Después de andar un poco más, doy con un pequeño hostal en la esquina de una calle. Me fijo en el número de estrellas que tiene y no me sorprende ver que tan sólo tiene dos escasas estrellinas de nada. "Bueno, algo mejor que nada."- Pienso. Tampoco tenía demasiadas opciones más antes de que anocheciera. Me adentro en aquel sitio con algo de timidez.
Respiro todo el aire que puedo y más de aquel lugar. Hay un olor bastante acogedor, de comida casera, calentita. En ese lugar ya no hace tanto frío. En la entrada tienen una pequeña chimenea que emana fuego y da calor a todo el edificio. Aunque supongo que también podrían tener la calefacción puesta, no sé. La idea de la chimenea me parece más acogedora.
Toca mi turno y mientras consigo dejar las maletas y demás en el pequeño vestíbulo, la señora del hotel me va tomando nota. Cuando acaba con el papeleo, me entrega una llave. La examino y veo que me ha tocado la habitación 120. Mientras la toqueteo un poco y deslizo mis dedos por la pequeña figurita de madera tallada que la sujeta, la mujer me indica amablemente que mi habitación está en el primer piso. Yo asiento sonriente. Obviamente miento, la idea de que no haya ascensor y tenga que subir todo mi equipaje, por llamarlo de alguna manera, yo sola hasta arriba, me llena de terror. Quizás cansancio también. Las dos cosas.
Cojo desganadamente las maletas junto con el maletín y demás y me voy por el vestíbulo. Ando torpemente con las cosas. Mirada al suelo, calculando mis pisadas. Mi objetivo: llegar a las escaleras, preferiblemente con maletas y viva. Cuando ya veo la meta a varios metros de mí, cuando ya estoy llegando a las escaleras, de repente... ¡Pum! No sé cómo ni por qué, pero caigo al suelo y las maletas conmigo. Suelto un bufido, harta de todo y de mí misma, por mi torpeza, por mi estupidez, por...
- ¿Te he hecho daño?- Un chico de más o menos mi edad, se agacha junto a mí y me coge de la mano para intentar ayudarme a levantarme.
Le observo detenidamente y no sé por qué mi corazón se embala. Me ruborizo ante la escena. Le miro a los ojos, luego al suelo. El me busca la mirada, yo se la rehuyo. Me sonríe. Me da la mano e intenta ayudar. Pero yo se la aparto, me consigo levantar sola, sin ayuda. Ya de pie me sacudo los vaqueros. Cojo mis cosas torpemente y le vuelvo a mirar sin darme cuenta. El chico sigue con una sonrisa y vuelve a repetir su frase.
- ¿Te he hecho daño?- Le miro con desprecio.
- No, sólo me has hecho caer.
- Lo siento, de verdad.
- Ya.- Yo intento disminuir la sensación que me invade ahora mismo. No sé cuál es en verdad, pero no me gusta. Es como si... ¡No, pero qué digo! No, los flechazos no existen. Dios, ¿pero qué me pasa? Me quito esa idea de la cabeza e intento rehuir más veces su mirada.
- ¿De verdad qué estás bien?- El chico no cesa en sus intenciones.
- Sí, de verdad.- Intento ser borde, pero no me sale. Quizás seca.
- ¿No quieres que te ayude?
- No, puedo sola.- Vuelvo la mirada a mis cosas y me deprimo solo de pensar que tengo que subirlo todo hasta arriba, sin ascensor. Qué guay.
- Ya.- El chico intenta imitarme, sonríe y coge algunas de mis maletas.- ¿Y vas a poder tú sola con eso por las escaleras si antes casi te matas?
- Antes casi me mato porque tú te has metido en mi camino.- Resalto eso último para dejarle claro que la culpa es suya y no mía. Lo que faltaba.
- Ya.- Y vuelve a hacerlo.
- ¿Puedes dejar de hacer eso?
- ¿El qué?- El chico, que ya ha subido varias maletas hasta arriba, me mira con ironía. Eso me molesta más, pero a la vez me encanta.
- Eso.
-¿Eso?
- Imitarme.- Suelto por fin, ya me tiene harta. Me meto las manos en los bolsillos y dejo que él termine de cargar con lo demás.
Él se ríe de nuevo y me guiña un ojo. ¿Pero qué intenta? ¿Conquistarme? Pues eso sí que no. Yo ya no quiero nada que tenga que ver con el amor. Mi mirada se torna a sus ojos de nuevo, instintivamente. Me enternezco. ¿Pero por qué? Buf... Otra vez no...
Cuando el chico termina, me entrega la llave y deja que abra la puerta. Lo hago y entro en la habitación. Enciendo las luces, meto las cosas y me tumbo en la cama de un salto. Cuando miro hacia la puerta pego un respingo y me siento en el colchón.
- ¿Pero qué haces tú en mi habitación?- Indignada, me voy hacia él.
- Hombre, pues ya que estoy la veo y así te cotilleo un poco.- Sigue actuando como si no pasase nada.
- ¿Qué? Venga, fuera.
- ¿En serio? ¿No quieres saber nada de mí? ¿Ni siquiera mi número de habitación o...?
- ¡Fuera!- Grito enfadada. Lo empujo hasta la puerta y antes de que pueda pegarle un portazo en las narices me coge del brazo.
- De nada.- Y se va por el pasillo.
Observo como desaparece por los pasillos. Me deja intrigada después de todo. Sonrío y gruño enfadada por no saber nada de él más. Salgo a la puerta y le llamo a gritos. Él me mira sonriente de nuevo. Se ve que esto ya lo había previsto. Genial, ahora soy predecible.
Antes de que pueda preguntarle nada, me grita por el pasillo:
- ¡Habitación 130, por si quieres pasarte!
Los dos reímos. Yo gruño, pero me río también. Cierro la puerta. Ando hasta mi cama, cojo mi móvil y me tumbo en la cama, mirando al techo. Apago las luces , hasta quedarme con la sola lucecita del móvil. Me ilumino la cara con ella y suspiro feliz. Habitación 130, supongo que habrá que pasarse por allí.
Ahora vago por la ciudad buscando algún hostal o alguna posada donde pasar la noche. Voy con todas mis maletas y esto hace que la gente comience a mirarme. No me importa demasiado, es normal. Cruzo algunas calles, llego hasta la catedral y me paro un segundo para tomar aire. La observo, es realmente grande y bonita. La plaza de la catedral está repleta de personas que han decidido pasar el día de compras. Me abrocho la cremallera de la sudadera hasta arriba, hasta el cuello casi. Me ajusto el pañuelo bien en el cuello y sigo mi camino. Hace un poco de frío, bueno quizás bastante. En estos meses ya es normal que se note el frío y más aquí. Noviembre, un mes en el que hace que la ciudad esté impregnada de una fina capa blanca. Nieve.
Observo un rato más el paisaje tan espléndido, por llamarlo de alguna forma y sigo andando.
A pocos metros de allí encuentro un piso que se alquila. Sin dudarlo me apunto el número en un papel improvisado y lo meto en el maletín. El papel en realidad es un pañuelo, pero como no tengo papel ahora mismo, me sirve.
Satisfecha por encontrar al fin un piso donde pueda comenzar todo, me regalo el lujo de poder sonreír por fin de verdad después de todo un día lleno de emociones.
Después de andar un poco más, doy con un pequeño hostal en la esquina de una calle. Me fijo en el número de estrellas que tiene y no me sorprende ver que tan sólo tiene dos escasas estrellinas de nada. "Bueno, algo mejor que nada."- Pienso. Tampoco tenía demasiadas opciones más antes de que anocheciera. Me adentro en aquel sitio con algo de timidez.
Respiro todo el aire que puedo y más de aquel lugar. Hay un olor bastante acogedor, de comida casera, calentita. En ese lugar ya no hace tanto frío. En la entrada tienen una pequeña chimenea que emana fuego y da calor a todo el edificio. Aunque supongo que también podrían tener la calefacción puesta, no sé. La idea de la chimenea me parece más acogedora.
Toca mi turno y mientras consigo dejar las maletas y demás en el pequeño vestíbulo, la señora del hotel me va tomando nota. Cuando acaba con el papeleo, me entrega una llave. La examino y veo que me ha tocado la habitación 120. Mientras la toqueteo un poco y deslizo mis dedos por la pequeña figurita de madera tallada que la sujeta, la mujer me indica amablemente que mi habitación está en el primer piso. Yo asiento sonriente. Obviamente miento, la idea de que no haya ascensor y tenga que subir todo mi equipaje, por llamarlo de alguna manera, yo sola hasta arriba, me llena de terror. Quizás cansancio también. Las dos cosas.
Cojo desganadamente las maletas junto con el maletín y demás y me voy por el vestíbulo. Ando torpemente con las cosas. Mirada al suelo, calculando mis pisadas. Mi objetivo: llegar a las escaleras, preferiblemente con maletas y viva. Cuando ya veo la meta a varios metros de mí, cuando ya estoy llegando a las escaleras, de repente... ¡Pum! No sé cómo ni por qué, pero caigo al suelo y las maletas conmigo. Suelto un bufido, harta de todo y de mí misma, por mi torpeza, por mi estupidez, por...
- ¿Te he hecho daño?- Un chico de más o menos mi edad, se agacha junto a mí y me coge de la mano para intentar ayudarme a levantarme.
Le observo detenidamente y no sé por qué mi corazón se embala. Me ruborizo ante la escena. Le miro a los ojos, luego al suelo. El me busca la mirada, yo se la rehuyo. Me sonríe. Me da la mano e intenta ayudar. Pero yo se la aparto, me consigo levantar sola, sin ayuda. Ya de pie me sacudo los vaqueros. Cojo mis cosas torpemente y le vuelvo a mirar sin darme cuenta. El chico sigue con una sonrisa y vuelve a repetir su frase.
- ¿Te he hecho daño?- Le miro con desprecio.
- No, sólo me has hecho caer.
- Lo siento, de verdad.
- Ya.- Yo intento disminuir la sensación que me invade ahora mismo. No sé cuál es en verdad, pero no me gusta. Es como si... ¡No, pero qué digo! No, los flechazos no existen. Dios, ¿pero qué me pasa? Me quito esa idea de la cabeza e intento rehuir más veces su mirada.
- ¿De verdad qué estás bien?- El chico no cesa en sus intenciones.
- Sí, de verdad.- Intento ser borde, pero no me sale. Quizás seca.
- ¿No quieres que te ayude?
- No, puedo sola.- Vuelvo la mirada a mis cosas y me deprimo solo de pensar que tengo que subirlo todo hasta arriba, sin ascensor. Qué guay.
- Ya.- El chico intenta imitarme, sonríe y coge algunas de mis maletas.- ¿Y vas a poder tú sola con eso por las escaleras si antes casi te matas?
- Antes casi me mato porque tú te has metido en mi camino.- Resalto eso último para dejarle claro que la culpa es suya y no mía. Lo que faltaba.
- Ya.- Y vuelve a hacerlo.
- ¿Puedes dejar de hacer eso?
- ¿El qué?- El chico, que ya ha subido varias maletas hasta arriba, me mira con ironía. Eso me molesta más, pero a la vez me encanta.
- Eso.
-¿Eso?
- Imitarme.- Suelto por fin, ya me tiene harta. Me meto las manos en los bolsillos y dejo que él termine de cargar con lo demás.
Él se ríe de nuevo y me guiña un ojo. ¿Pero qué intenta? ¿Conquistarme? Pues eso sí que no. Yo ya no quiero nada que tenga que ver con el amor. Mi mirada se torna a sus ojos de nuevo, instintivamente. Me enternezco. ¿Pero por qué? Buf... Otra vez no...
Cuando el chico termina, me entrega la llave y deja que abra la puerta. Lo hago y entro en la habitación. Enciendo las luces, meto las cosas y me tumbo en la cama de un salto. Cuando miro hacia la puerta pego un respingo y me siento en el colchón.
- ¿Pero qué haces tú en mi habitación?- Indignada, me voy hacia él.
- Hombre, pues ya que estoy la veo y así te cotilleo un poco.- Sigue actuando como si no pasase nada.
- ¿Qué? Venga, fuera.
- ¿En serio? ¿No quieres saber nada de mí? ¿Ni siquiera mi número de habitación o...?
- ¡Fuera!- Grito enfadada. Lo empujo hasta la puerta y antes de que pueda pegarle un portazo en las narices me coge del brazo.
- De nada.- Y se va por el pasillo.
Observo como desaparece por los pasillos. Me deja intrigada después de todo. Sonrío y gruño enfadada por no saber nada de él más. Salgo a la puerta y le llamo a gritos. Él me mira sonriente de nuevo. Se ve que esto ya lo había previsto. Genial, ahora soy predecible.
Antes de que pueda preguntarle nada, me grita por el pasillo:
- ¡Habitación 130, por si quieres pasarte!
Los dos reímos. Yo gruño, pero me río también. Cierro la puerta. Ando hasta mi cama, cojo mi móvil y me tumbo en la cama, mirando al techo. Apago las luces , hasta quedarme con la sola lucecita del móvil. Me ilumino la cara con ella y suspiro feliz. Habitación 130, supongo que habrá que pasarse por allí.

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