martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo 9 Un amor deshidratado necesita un cambio

Los días iban pasando. Y cada día que pasaba junto a él, me daba cuenta de que algo había cambiado en nosotros, ya no éramos los mismos. Éramos dos buenos actores que fingían quererse. Nuestro amor era falso, actuado. No sabía qué podría haber sido el fruto de ese cambio. Quizás forzamos demasiado el amor hasta agotarlo, hasta deshidratarlo. Volviendo a aquellos últimos días, los dos estábamos distantes, demasiado. Parecíamos simples desconocidos. Fue un cambio tan radical que no tuve tiempo de averiguar el por qué de todo esto. Me evitaba, rehuía mis miradas, apenas me hablaba. Eso me desmoralizaba bastante, pero yo no hacía nada diferente a lo que hacía él, yo también le evitaba y le rehuía, pero sólo porque él lo hacía. Pasamos varios días así, apenas hablábamos. Los días tan bonitos que pasamos juntos, todo ese amor incalculable juntos... Esos días parecían tan lejanos... Parecían haber desaparecido y no pretendían volver más. Nuestro amor se había roto. La magia se había esfumado y yo sabía el por qué. Pasé días culpándome de todo ello, machacándome a mí misma. Era todo un bucle de sufrimiento mutuo. Pasamos días fatales. Se iba de casa y no volvía hasta tarde. Tenía conversaciones infinitas desde el móvil con personas a quienes yo no conocía. Los días de novela romántica habían desparecido. Pero todo empeoró una semana después. Aquel día decidí ser yo la que saliera y no volviera hasta tarde. Él no me lo discutió, ya apenas conversábamos. Así que hice eso. Pasé todo el día fuera, con algunos amigos. Allí estaban algunos: Jesús, Merche, Daniel, Esteban y Alicia. Esa estúpida... ¿Cómo no lo vi venir? Tampoco era de esperar que mi mejor amiga se acostara con mi novio...
Aquel día, Alicia fue de las primeras en marcharse, decía que había conocido a un chico y que habían quedado aquella noche.

<< ¿Un chico? ¡Ya me contarás, eh!>>- Le dije. Quién me iba a decir a mí que en realidad se iba con mi chico. Recuerdo como me sonrió tras mi comentario y se fue de allí rápidamente.

Cuando llegué a mi casa, me extrañó ver todo apagado. Me preguntaba si Álex habría salido al igual que yo. No me sorprendía, ya no nos contábamos ni nos consultábamos nada.

Me encontraba agotada después de un buen paseo y varios cubatas. Tenía ganas de tumbarme y dormirme para dar la bienvenida a un nuevo y, quién sabe si no un feliz, día. Mi sorpresa fue que, al abrir la puerta de mi habitación, lo que me encontré fue a Álex y a Alicia en mi cama haciendo el amor.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Si tuviera que describir cómo me encuentro ahora mismo, no sabría cómo empezar. Tengo la rosa de Félix en mi mano, un dedo ensangrentado y dolorido y por mi mente fluyen rebosantes pensamientos, cada cuál más confuso.

Sí, me encuentro confundida, eso es.

Félix me quiere... ¿Félix me quiere? Ni siquiera tengo seguro eso... Ni siquiera sé si yo le quiero... Ni siquiera sé si hice bien al venirme aquí, a León, a cientos de kilómetros de mi ciudad para cambiar de vida...

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Mis ojos se abrieron tan rápido cómo mi boca. El bolso cayó de mis dedos y dio un fuerte golpe contra el suelo. Estaba atónita. Los dos miraron hacia la puerta y me vieron. También se sorprendieron. Entonces Álex apartó cuidadosamente las sábanas, se levantó de la cama y vino hacía mí. Alicia se tapó el cuerpo con las sábanas y se apretó junto a ellas mientras me miraba con miedo.

- Violeta...- Álex intentó acariciarme el hombro, pero me aparté rápidamente.- Violeta...- Volvió a repetir mientras posaba sus dedos bajo mi barbilla

- Déjame.- Respondí secamente y aparté sus asquerosos dedos de mi cara.- Apártate de mí Alejandro.

Eso le dejó bastante tocado, jamás le había llamado así.

- Yo... sólo quiero explicarte...

- No tienes nada que explicar, ya ha quedado bastante claro.- Volvió a querer acercarse a mí.- ¡Apártate de mí! ¡Ni se te ocurra tocarme!- Le di una fuerte bofetada en la cara.

Tanto él como Alicia se quedaron sorprendidos. Yo comencé a llorar.

- ¡Fuera!

- Pero...

-¡Fuera he dicho! ¡No te quiero volver a ver en mi vida! ¡Márchate! ¡Esfúmate, véte de aquí como siempre haces!- Y le eché a patadas de mi piso. Le cerré la puerta en las narices.

Volví a la habitación y observé a la que antes era mi amiga, ahí, arrodillada en el colchón con la mirada llena de miedo.

- Y tú...- Me acerqué a ella lentamente, entre lágrimas.- De ti sí que no me lo esperaba...- Ella me miraba llorando también.- Tú eras mi amiga, Alicia...

- Yo... Lo siento...

- Oh, ¡y tanto que lo sientes! ¡Has destruido una pareja! ¡Eso te reconcomerá durante toda tu vida!- Le cogí del brazo y, junto con la sábana tapándole el cuerpo, le tiré fuera de mi habitación.- ¡Fuera! ¡Véte con él! ¡Acostaos todo lo que queráis! ¡Ya nada importa!- Perdí el control y la eché de mi piso al igual que a Álex.

Le eché una última mirada de odio y de tristeza a la vez. Recuerdo su mirada de desconcierto.

Volví dentro y rápidamente metí varias cosas de él en una maleta, la cerré bruscamente y abrí puerta. Aún seguían allí los dos. Les miré enfadada y arrojé la maleta por los aires haciéndola caer por las escaleras.

- ¡Ahí tienes tus cosas! ¡Ahora no quiero volver a verte jamás!- Cerré la puerta con un fuerte portazo.

Los vecinos debieron de ser testigos de nuestra pelea, de nuestra primera y única discusión que acabó con nuestro amor.

Caí al suelo de rodillas y comencé a llorar hasta que se me acabaron las lágrimas y la fuerza de seguir.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Aquellos recuerdos me fulminan. Es curiosos lo rápido que cambia todo en tan poco tiempo. Con lo bien qué nos iba... Con todo el amor que nos teníamos... Y ahora nos odiamos... Los recuerdos de aquellos días felices parecen de ensueño.

Ahora tengo la oportunidad de volverme a enamorar, de volver a sentir lo que sentí, de volver a ser feliz, de estar con otra persona que me merezca, que me quiera, que me haga sentir bien. Ahora tengo la oportunidad de empezar algo nuevo con Félix, de experimentar si nuestra amistad puede pasar a un nuevo paso, de arriesgarme, de cambiar.

<< Fase tres: Salir y olvidarse de todo>>

Hay que arriesgar, porque si no se arriesga no se puede saber si esto va a funcionar o no. Necesito olvidar, pasar página y Félix será la mano que me ayude a pasarla.

Le daré una oportunidad.

Salgo decidida de mi habitación y me dirijo hacia la de Félix. Llamo tímidamente, aún con la rosa en la mano. No pasa ni un segundo cuando me abre la puerta. Me mira extrañado. Yo le entrego la rosa en signo de una respuesta. Los dos sonreímos.

- Vaya, veo que has tomado la decisión adecuada. Intentaré que te guste la experiencia.

 

viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 8 Cambiaré

Nuestros labios se fundieron en un beso. Un largo y pasionado beso. Nuestro mundo se esfumó, sólo esixtíamos ella y yo. La abracé, a atraje junto a mí. La rosa cayó al suelo, no le di importancia, ahora sólo quería disfrutar de ella, de su boca. Comenzó a acariciarme el cuello, yo también lo hice. Unos segundos después nos separamos, nos recuperamos y nos miramos. Ella me miraba sorprendida, confundida. Su mirada se clavó en mis ojos. Yo le sonreí. Ella no lo hizo, permaneció mirándome y se fue sin más de aquel bar. Dejándome sólo con aquella triste rosa tirada en el suelo. La rosa que había visto nuestra primera muestra de amor. Y espero que no la última.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Entro en la habitación y cierro con llave. Me quedo apoyada en la puerta durante unos segundos. ¿Qúe me pasa? Ni siquiera soy consciente de lo que pasa a mi alrededor. Ni siquiera sé por qué he salido corriendo de aquel bar. Ni siquiera sé por qué le besé. Me siento confundida. No sé qué hacer a partir de ahora. Esto no tenía que pasar, no. Yo iba a buscar trabajo. Sólo eso. Yo quería comenzar una nueva vida. Salir y olvidarme de todo. Esto era lo que quería hacer. Félix me gusta, pero no sé si podría funcionar. Tengo miedo de que me hagan daño.

 
<<Ahora te da miedo aferrarte al amor aunque solo sea por segundo, por miedo a caer de nuevo en la tragedia y que te vuelvan a hacer daño>>

Miedo. Pero es Félix, ¿de qué tengo miedo? Él ha demostrado ser una migo, aunque aún no lo conozco demasiado pero... La rosa azul, aquel beso, su cariño el calor de sus labios. Me gusta, pero estoy muy confusa y no sé enlazar todo esto de una forma razonable. Mi cabeza dice que sí, pero mi corazón me lo impide.

Suspiro. Comienzo a vagar por la habitación. Voy hasta el baño y me miro en el espejo, igual que cuando estaba en mi piso. Mi piso... aún no hace ni un día desde que me fui y todo lo que me ha pasado... ¿Echo de menos mi antigua vida? Quizás, pero esta tampoco está tan mal. Quizás tendría que darle una oportunidad, quién sabe.

<< Mírate. Mira cómo has cambiado. No, no por fuera, sino por dentro. Esto te está cambiando Violeta. Y no debes renunciar a los cambios>>

Es verdad, no debo renunciar a cambiar. De echo, ¿no era eso lo que pretendía viniéndome aquí? Yo quería cambiar para olvidar a Álex, a Alicia... todo. ¿Debería darle una oportunidad a Félix?

Llaman a la puerta. Me dirijo hacia ella con desgana, ahora no quiero hablar con nadie. Cuando llego allí, la abro pero allí no hay nadie. Giro la cabeza para ver a los lados, pero nada. No hay nadie. Entonces miro al suelo y me encuentro tirada en él, la rosa azul. Aquella rosa azul. Mis ojos se empañan un poco y sonrío con pena. La cojo y cuando la tengo entre mis dedos noto un leve pinchazo en uno de ellos. Observo y veo que me he hecho sangre. Me he pinchado con una espina. Me froto el dedo dolorido y aparto el pequeño rastro de sangre, pero la herida está abierta y ahora tardará en sanar.

<< Esto me suena...>>- Pienso- <<Debe ser el karma>>

Aunque mi corazón esté herido, Félix no tiene que pagar por ello. Tengo que darle una oportunidad. Lo intentaré. Cambiaré, cumpliré mi objetivo. Fase tres: Salir y olvidarse de todo.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Capítulo 7 La rosa azul

Un golpe de aire me despeina el cabello. Tirito y me ajusto el pañuelo bien al cuello. Me acurruco en mi abrigo, sentada en aquel banco abandonado del parque, mientras veo cómo la gente pasa a mi lado sin parar. Masas de gente. Personas enamoradas, parejas, o simples amigos que van en grupo. También hay personas mayores, algunas con bastón, otras más valientes, van andando sin esa ayuda. Yo me evado de mi alrededor mientras intento no congelarme por el frío que hace ahora mismo.

¿Dónde se ha metido este chico?

Miro el reloj, ya han pasado diez minutos desde que me llamó. Resoplo. Mi respiración se convierte en un pequeño rastro de humo que sale por mis labios. Vapor. Sonrío, siempre me ha parecido gracioso esto, aunque sea una tontería. Miro la hora de nuevo, ni siquiera ha pasado un minuto más. No sé por qué me preocupo tanto. Qué sé yo...

Una nueva oleada de aire me recorre todo el cuerpo y hace que me congele aún más de frío. Aproximo mis manos a mi boca y suelto todo el aire que puedo, luego las froto bien, con cuidado, para entrar en calor. Resoplo de nuevo. Justo cuando me empiezo a desesperar por la tardanza de Félix, ocurre algo parecido a nuestro encuentro mañanero. Me asusta posando sus heladas manos en mis hombros. Me hace pegar un respingo, miro hacia atrás y compruebo con alegría que es él.

Me levanto de mi asiento y le doy dos besos. Cordialidad. Le miro y me sonríe. Yo también lo hago.

- ¿Me has esperado mucho tiempo?

- Que va...

- Ya.

- ¿Ya empezamos?

- ¿Con qué?- Le echo una mirada fulminante y le pego un puñetazo en el brazo, sin demasiada fuerza para no hacerle daño.

- Serás...- Sonrío maliciosa.

- Guapo, atractivo, joven, de ensueño...

- Modesto, sobre todo...- Entorno los ojos y mi mirada vuelve a caer en sus ojos.

Él ríe y pasa su mano por mi flequillo, despeinándomelo. Me cabreo un poco pero se me pasa enseguida.

- No me digas que no te gusto...

- ¿Perdona?- Ese comentario me sorprende y a la vez me enfada. Me sonrojo.- ¿Tú? Pero mírate...

Él gira entre sí y se mira.

- ¿Qué? Tampoco estoy tan mal...

Le miro. Bueno, tiene razón, tampoco está tan mal después de todo... Sonrío y me vuelvo a sonrojar.

Él toma mi silencio por bueno y me mira de nuevo.

- Bueno, ¿quieres que vayamos a tomar algo?

Tardo en contestar unos segundos, pero al final acabo accediendo, al fin y al cabo ha venido para eso.

- Vale, vayamos a algún bar de por aquí.

Él asiente. Sonríe y me ofrece su mano. Yo, un poco extrañada, la tomo y comenzamos a andar por las calles de León en busca de algún lugar.

Durante el camino apenas conversamos, tan sólo lo justo y preciso. La conversación de antes pudo afectar algo y quizás mi silencio haya aportado más de lo que pensaba. Pero Félix es un amigo, sólo eso. Nos acabamos de conocer. Sólo es un amigo. Nada más. ¿O no?

Al fin, llegamos a un pequeño bar del centro de la ciudad. Nos sentamos dentro, un poco apartados del lugar y enseguida nos atiende una anciana que debe ser la dueña de esto. Tras un poco de silencio, Félix decide romper el hielo.

- Es bonito, ¿eh?- Yo asiento, aún no muy convencida. Él lo nota.- Ahora parece raro y quizás un poco pequeño, pero mira. Fíjate allí.- Señala una ventana bastante grande que parece dar a un patio interior.- De lejos no parece tan impresionante, pero acércate.

Yo obedezco y me levanto de la silla. Voy andando lentamente hasta aquel ventanal. A medida que me voy acercando allí, se pueden distinguir un gran, grandísimo jardín lleno de multitud de flores. Flores preciosas. Es un poco atípico para ese bar que desde fuera parecía tan pequeño y que contiene en su interior un bosque entero. Vuelvo la mirada a Félix sorprendida. Él me guiña un ojo y me sonríe. Me guía con la mano para que siga adelante. Yo le sonrío. Él me sigue con la mirada desde su asiento.

Sigo caminando y llego por fin al ventanal y a su inmenso jardín. Observo sus flores: Rosas, margaritas, claveles y miles de flores más cada una más impresionante que la otra, de muchos colores. Es precioso. Me quedo embobada mirando el paisaje. De repente noto unas manos en mi espalda. Me vuelvo. Es Félix. Me sonríe, yo le imito. Vuelvo la mirada al jardín. Me quedo embrujada ante las miles flores que descansan en el jardín. Son encandiladoras, asombrosas, mágicas.

Apoyo mi mano en la ventana, para intentar tocarlas. Sonrío.

Entonces Félix me mira y me guía con la mirada hasta un punto centrado del jardín.

- Mira allí, más lejos de los jazmines.- Me señala con el dedo.- ¿La ves?

Busco con mi mirada y mis ojos de abren de repente. No puedo creer lo que veo. Una rosa azul, es preciosa, es magnífica, es...

- Es mágica...- Félix ríe ante mi comentario.

- Sí, aquí todo es precioso, ¿verdad?.- Asiento.

- Es asombroso todas las flores que hay en este jardín.

- A primera vista engaña...- Se vuelve junto a mí.- ¿Qué te parece aquella rosa azul?

La observo de nuevo y me evade por completo su belleza, nunca había visto algo tan bonito.

- Es... es impresionante.

- No te esperabas este lugar tan embriagador para alguien como yo, ¿verdad?

Yo me quedo en silencio. Mejor no contestar. Él simplemente se limita a sonreírme. Para mi sorpresa, veo que se aleja de mí. Me quedo un poco sorprendida hasta que veo que va a hablar con la anciana que nos atendió antes. Ella le recibe con amabilidad, conversan unos minutos. Me miran y también al jardín. Unos segundos después veo que la mujer abre una puertecita que da al jardín, se adentra en él y corta con delicadeza la rosa que me embrujó. Aún me encuentro confusa. La anciana sale hacia el recibidor del bar y le entrega la rosa a Félix. Ahora lo entiendo todo. Veo acercarse a Félix a mi lado y me enseña la rosa azul que tiene entre sus dedos. Yo sonrío, como una niña. Cuando le voy a dar las gracias, a decirle que es el mejor amigo que he tenido nunca, que no me puedo creer que me vaya a regalar una rosa, una rosa azul, entonces me dice:

- Un beso.

- ¿Qué?.- Me quedo resignada y atónita.

- Un beso a cambio de la rosa.

¿Qué dices? ¡No pienso darte un beso!- Mi rostro parra a la indignación.

- Te he conseguido la rosa, la preferida de esa señora y la más extraña de todas, merezco una recompensa, ¿no crees?- Me hace un gesto de niño mimado.

- No pienso darte un beso, Félix.- Yo no me doy por vencida.

- Pues si no hay beso, no hay rosa y mira qué va a ser una pena, con lo bonita que es, ¿eh?- Me mira con ternura. Yo guardo silencio, resignada.

- Ya sabes que cómo soy y cómo estoy...

- ¿Y qué mejor para olvidar a un viejo amor que comenzar uno nuevo?

- Félix...

- Violeta...- Me imita. Me mira a los ojos.

- En serio, no puedo...

- ¿Lo has intentado?

- No, pero...

- Intentémoslo.- Me guiña un ojo.

- ¿Intentar el qué? Nos acabamos de conocer.

- Mejor razón. Así te olvidarás de tu exnovio. Pasa página Violeta, tienes que olvidar.

<< Fase tres: Salir y olvidarse de todo>>- Esa frase me fulmina.

- Yo...

- Inténtalo. No nos irá mal.

- Pero contigo...

- Te he regalado una rosa...- Observo la flor tan bonita que guarda entre sus dedos. Y es para mí... - Regálame tú un beso.

Le miro. Sus ojos verdes. Vaya, son preciosos también.

<<Intentálo, no perderás nada. Si te va bien ganarás la batalla del desamor y podrás vivir una bonita historia de amor y si te va mal... te llevas la experiencia>> Mi mente se va adaptando más rápido que yo.

Le miro de nuevo. Él me sonríe sensualmente. Me embruja, al igual que la rosa. Yo también sonrío y me acerco a él. Nuestras bocas se aproximas, nuestras miradas se cruzan, se fulminan. Cierro los ojos. Mis labios ya están muy cerca de los suyos, ya se tocan. Él me abraza, me besa. La rosa se escapa de sus manos. Se cae al suelo para ser testigo de nuestro primer beso.

sábado, 17 de noviembre de 2012

martes, 13 de noviembre de 2012

Capítulo 6 ¿Sarcasmo?

Paseo por las inmensas calles de León. Miro de un lado para otro. Buscando algún lugar donde pueda trabajar.

Paseo por las calles. Por el momento nada. Paso firme, más bien lento.

Por cada paso que doy, me encuentro a una pareja de enamorados. Jóvenes y no tanto, besándose, abrazándose o simplemente cogidos de la mano. Parejas felices. Parejas fieles.

Suspiro y aparto la mirada. Vuelvo a suspirar.

Enamorados. Yo también lo estuve, pero quizás del hombre equivocado. Quizás no del hombre adecuado. Nos queríamos, nos amábamos, pero supongo que sólo era yo la que daba amor. Él sólo mentía. O simplemente nuestro amor entro a un punto muerto en el que ya no se podía hacer nada más y él decidió hacer lo que hizo. Aunque eso no lo justifica. Me mintió. Yo le quería y él me mintió.

Vuelvo la mirada a esas parejas enamoradas que pasan a mi lado, les miro de reojo y vuelvo cabizbaja. Sigo mi camino mientras permanezco con la mirada perdida.
Me evado de todo lo que me rodea, los recuerdos fluyen por mi mente como pequeñas diapositivas en movimiento. Mi corazón y todos mis sentimientos se rompieron en pedazos y los trozos desquebrajados que ahora nadan en mi interior no se han unido del todo. Quizás nunca se lleguen a unir de nuevo, quizás se queden así para siempre. Estoy dolida. La imagen de ellos dos... De él siéndome infiel. Infiel con mi mejor amiga, eso es lo peor. "Mejor amiga" , por supuesto.

Prosigo caminando y sin darme cuenta tropiezo con algo y me choco con una chica. Le pido disculpas, ella me sonríe cortésmente. La observo más atentamente y también viene acompañada por su pareja. Suspiro. Les tiendo una mirada de triste y sonrío sin ganas. Me aparto de ellos y sigo andando. Parece que siempre habrá algún obstáculo para mí.

Cuando parece que empiezo a deprimirme, mi móvil empieza a sonar por sorpresa. Lo cojo y sonrío al ver quién es. Descuelgo el móvil.

- ¿Félix?

- Vaya, veo que te acuerdas de mi nombre.

- Cómo olvidarlo...- Suelto una carcajada.

- Ya, ya.

- Bueno, ¿para qué querías llamarme?

- ¿Estás bien?- Esa pregunta me sorprende. Y más viniendo de él.

- Pues... pues claro.- Miento.- ¿Por qué no iba a estarlo?

- No sé, es que antes te vi con un poco de bajón y...

- No, bueno, no pasa nada. Ya estoy mejor...

- ¿Seguro? ¿No quieres que te acompañe a buscar trabajo ni nada?

- No, de verdad, en serio ya estoy mejor...

- De acuerdo, entonces voy para allá.- La respuesta me desconcierta un poco.

- ¿Qué? Pero si te he dicho que estoy bien, de verdad. No hace falta.

- Ya.- Hace una pausa.- Violeta, sé cuando me mienten.

- ¿A sí?- Pregunto como si nada.

- Sí, es un don.- Le oigo reírse.- Y tú estás mintiendo ahora mismo. Lo sé, lo noto.

- Ya.

- ¿Sarcástica?

- Que va...

- Ya.

Suspiro. Menudo tonto está hecho. Sonrío. Tonto, pero por el momento es mi amigo.

- Bueno, ¿entonces quieres que demos una vuelta?

- Eeem...- Me replanteo la idea. Hombre, tan mala idea no es. Así me despejo un poco.- Vale, me has convencido.

- Siempre lo hago.- Sonrío, sonreímos los dos. En las dos líneas.- ¿Dónde estás ahora mismo?

Miro a mi alrededor buscando algún cartel dónde ponga el nombre de la calle. Ahí esta.

- San Andrés. Calle San Andrés.- Vuelvo a mirar para comprobar que no me equivocado.

- De acuerdo, pues voy para allá. Espérame, ¿eh?

- No, me voy. Anda que...

- ¿Sarcasmo?

- ¿En serio?- Suelto un bufido.- ¿Te tengo que enseñar un cartelito cada vez que...?- Suspiro.

- Bueno, bueno.- Ríe.- Voy para allá.- Y cuelga.

Yo también lo hago. Guardo el móvil en mi bolsillo del pantalón y espero sentada en banco junto a una floristería.

Miro las flores. ¡Qué bonitas! Me podría regalar alguna... Ni siquiera sé por qué me planteo esto. De todas formas voy a salir a dar una vuelta con él, no es tan horrible como parece. ¿Sarcasmo? Quién sabe...

domingo, 11 de noviembre de 2012

Capítulo 5 Tú y tus tonterías

<< Good morning, get up! Good morning, get up!>>



Plaf, apagado. Maldito móvil. Entreabro los ojos hasta que mi vista logra adaptarse. Miro a mi alrededor. Mis ojos se abren rápidamente. ¿Qué es esto? No es mi piso... Pasan unos segundos hasta que empiezo a recordar el día de ayer y todo lo que pasó en él. Por fin sonrío un poco y me tranquilizo. Miro en mi mesilla en busca de mi móvil. No está aquí. Entonces miro al suelo y lo veo allí tirado. Lo he vuelto a hacer, no debo ser tan brusca cuando me levante. Lo cojo y miro la hora que es: las ocho y media. Qué temprano. Pero supongo que si quiero conseguir un trabajo y todo lo demás, tendré que empezar ya.

Me visto, me lavo y me maquillo un poco en un tiempo récord. Cojo mi bolso, mi móvil y la llave de la habitación y salgo de ella cerrandola bien. Me la guardo en uno de los bolsillos del bolso y bajo hasta el comedor. Cuando llego, me sorprende ver tanta gente. Desde luego, no me esperaba que en este hotelucho hubieran tantas personas.

Entro en el comedor y escojo una mesa en la que pueda estar apartada de las demás personas. Estoy bastante cansada y no me encuentro con demasiados ánimos como para empezar a hacer amigos.

Me dirijo hacia la mesa, dejo las cosas apoyadas en el respaldo de una de las sillas que la presiden y me siento. No es demasiado grande, pero así mejor, más acogedora.

No pasa mucho tiempo hasta que viene una camarera y me pregunta lo que deseo tomar. No me es demasiado difícil escoger lo que voy a desayunar. Unas tostadas con mantequilla y un poco de mermelada y un café con leche. La camarera me pregunta de qué prefiero la mermelada y le dejo que me sorprenda. Últimamente parece que me gusta que me sorprendan. La chica toma nota en su libreta y se va.

Suspiro. Cojo mi móvil y miro la hora de nuevo. Las nueve menos diez. Bostezo cansada. Dejo el móvil en el bolso y para cuando voy a incorporarme en mi sitio, siento unas manos en mis hombros. Me asusto y me doy la vuelta para descubrir quién es. Para mi sorpresa es aquel chico al que conocí ayer.

- ¡Bú!- Me sonríe y me guiña un ojo. Apoya sus manos en el respaldo de la silla.

- Uy, sí, que susto.- Hay que reconocer que sí que me ha asustado, de echo he pegado un respingo, pero espero que no lo haya notado.- ¿Qué haces aquí?

- ¿Es que no te alegras de verme?- Se sienta en una silla, enfrente mía y vuelve a sonreírme.

Yo le observo perpleja.

- Eso, sí, siéntate. No hace falta que preguntes ni nada...- Le echo una mirada sarcástica y espero a que se vaya por fin y me deje tranquila. Pero eso no pasa, no se va, sigue ahí sentado.

- Ah, ¿es que no puedo?

- Hombre prefiero desayunar sola, la verdad.- A ver si lo pilla de una vez y me deja tranquila, por favor.

- ¿Sí? Pues yo es que prefiero desayunar acompañado, ¿sabes?

- Ya, ¿pero no puede ser con otra persona que no sea yo? Hay mucha más gente por ahí, ¿ves?- Le indidco con la mirada todas las personas que hay en el comedor.

- Pero a esa gente no puedo picarlas cómo hago contigo.- Me mira desafiante.

Antes de que pueda responderle con alguna bordería cariñosa, la camarera aparece con mi desayuno. Lo pone en la mesa y mira con descaro al chico.

- Ponme a mí lo mismo también.- Le dedica una mirada furtiva a la camarera y le paga.- Cóbrame esto también.- Señala mi desayuno.

La camarera lo apunta también y suma la cantidad.

- ¿Qué?- Lo miro indignada. Lo que faltaba que me pague mi desayuno.- De ninguna manera vamos.

- ¿Por qué? Ahora me vas a negar que no te viene bien que yo te pague...

- Oh, ¿perdona? No sé quién te crees que soy, pero dinero no me falta, al menos.- Mi tono sube a la vez que mi rubor.

- Bueno, bueno, pero esta vez invito yo. Ya me lo perdonarás algún día.- Me guiña un ojo de nuevo y le paga a la chica quién nos sonríe mientras recoge la cantidad. No sé qué se creerá que somos. Una pareja de novios no, por supuesto.

Le miro aún cabreada, aunque tengo que reconocer que el detalle ha sido bonito, pero bueno.

Al rato traen su desayuno y comenzamos a comer a la vez. Doy un largo sorbo a mi café y observo cómo me mira. Suspiro.

- ¿Se te ha pasado ya el cabreo?- Le miro desafiante pero al final cedo y le sonrío.- Por cierto me llamo Félix.- Me estiende la mano.

Me quedo un poco aturdida durante unos segundos y nos damos la mano.

- Encantada, yo soy Violeta.- Nos sonreímos cortésmente aunque ya no haga falta, nos conocemos desde ayer.

- ¿Violeta?- Me mira con cara extraña.

- Sí, Violeta, ¿pasa algo?

- No, no. Es un nombre muy bonito.- Y me sonríe de nuevo.

- Ya. Bien, bien. Gracias.

Seguimos desayunando y de vez en cuando sale un tema de conversación. Le pregunto qué le ha deparado el destino para acabar aquí, en este hotel. Resulta que sólo son temas de trabajo y tal, nada con demasiada importancia. Aunque se quedará aquí una larga temporada. Sonrío, en realidad no sé por qué me alegro pero me alegra saber que no se irá. A decir verdad es el primer amigo que tengo desde que dejé todo atrás y llegué a esta ciudad. Más o menos se le puede llamar amigo, sí. Entonces llega el momento en el que él me pregunta cuál ha sido mi razón para llegar aquí. <<Es larga la historia>> <<Tranquila, tengo tiempo>> Suspiro. Nunca, desde que lo dejé con Álex, se lo había comentado a nadie. Mis amigos lo sabían, pero no por mí, sino por la estúpida de Alicia. Me lleno de fuerzas para contárselo y comienzo mi relato de lo que ha sido una mentira, ese amor falso con el chico al que creía que me amaba, todos los recuerdos que embarcaba esa casa, mi sufrimiento aquellos días, la idea de cambiar de vida, y todas las razones por las que me vine aquí, a León, lejos de mi ciudad y de todo lo que respecta a mi vida anterior. Detalladamente, sin pausa, le explico todo esto y él me escucha atentamente. A veces asiente y me mira. Parece interesado y por lo menos me presta atención, eso ya es difícil encontrarlo en un chico.

Para cuando termino, nos miramos, él se queda pensativo unos segundos y me vuelve a mirar.

- Ha debido ser duro para ti, ver que ese novio tuyo te engañó, después de...- Pero no sigue, se para ahí. Supongo que para no herirme más con esos recuerdos.- Pues es un estúpido, ¿sabes?

Ese comentario me hace reír. No me lo esperaba y menos de él. Le miro y está realmente serio, lo dice de verdad. Vaya.

- Sí, dímelo a mí.

- Bueno, pues ya sabes que puedes contar conmigo si te da el bajón o lo que sea.- Me sonríe y yo también lo hago. La verdad es que es bastante amable conmigo.

- Gracias... Félix.

- A ti, Violeta.- Los dos sonreímos. Doy un último sorbo a mí café y me levanto de la mesa.

- ¿Ya te vas?- Parece desconcertado, se levanta también.

- Sí, es que tengo que empezar a organizarme, buscar trabajo. Ya sabes.

- Sí, por supuesto.- Nos quedamos los dos en silencio.- Bueno, pues adiós. Hasta luego.-Le voy a dar la mano de nuevo pero parece que él tiene otro concepto de despedida porque me da dos besos en la mejilla.

Me quedo perpleja. Él se va primero. Le observo y me sonrojo. ¿Por qué? No lo sé. Pero bueno, no estoy para preguntas ahora. Yo también cojo mis cosas y salgo hacia la calle.

Algo confusa, empiezo a pasear por las calles en busca de algún trabajo. Aunque no se va de mi cabeza. Félix, bonito nombre.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Capítulo 4 Te cruzaste en mi camino

Tomaré mi camino. El camino correcto. Lo sé, estoy segura.
Ahora vago por la ciudad buscando algún hostal o alguna posada donde pasar la noche. Voy con todas mis maletas y esto hace que la gente comience a mirarme. No me importa demasiado, es normal. Cruzo algunas calles, llego hasta la catedral y me paro un segundo para tomar aire. La observo, es realmente grande y bonita. La plaza de la catedral está repleta de personas que han decidido pasar el día de compras. Me abrocho la cremallera de la sudadera hasta arriba, hasta el cuello casi. Me ajusto el pañuelo bien en el cuello y sigo mi camino. Hace un poco de frío, bueno quizás bastante. En estos meses ya es normal que se note el frío y más aquí. Noviembre, un mes en el que hace que la ciudad esté impregnada de una fina capa blanca. Nieve.
Observo un rato más el paisaje tan espléndido, por llamarlo de alguna forma y sigo andando.
A pocos metros de allí encuentro un piso que se alquila. Sin dudarlo me apunto el número en un papel improvisado y lo meto en el maletín. El papel en realidad es un pañuelo, pero como no tengo papel ahora mismo, me sirve.
Satisfecha por encontrar al fin un piso donde pueda comenzar todo, me regalo el lujo de poder sonreír por fin de verdad después de todo un día lleno de emociones.

Después de andar un poco más, doy con un pequeño hostal en la esquina de una calle. Me fijo en el número de estrellas que tiene y no me sorprende ver que tan sólo tiene dos escasas estrellinas de nada. "Bueno, algo mejor que nada."- Pienso. Tampoco tenía demasiadas opciones más antes de que anocheciera. Me adentro en aquel sitio con algo de timidez.
Respiro todo el aire que puedo y más de aquel lugar. Hay un olor bastante acogedor, de comida casera, calentita. En ese lugar ya no hace tanto frío. En la entrada tienen una pequeña chimenea que emana fuego y da calor a todo el edificio. Aunque supongo que también podrían tener la calefacción puesta, no sé. La idea de la chimenea me parece más acogedora.

Toca mi turno y mientras consigo dejar las maletas y demás en el pequeño vestíbulo, la señora del hotel me va tomando nota. Cuando acaba con el papeleo, me entrega una llave. La examino y veo que me ha tocado la habitación 120. Mientras la toqueteo un poco y deslizo mis dedos por la pequeña figurita de madera tallada que la sujeta, la mujer me indica amablemente que mi habitación está en el primer piso. Yo asiento sonriente. Obviamente miento, la idea de que no haya ascensor y tenga que subir todo mi equipaje, por llamarlo de alguna manera, yo sola hasta arriba, me llena de terror. Quizás cansancio también. Las dos cosas.
Cojo desganadamente las maletas junto con el maletín y demás y me voy por el vestíbulo. Ando torpemente con las cosas. Mirada al suelo, calculando mis pisadas. Mi objetivo: llegar a las escaleras, preferiblemente con maletas y viva. Cuando ya veo la meta a varios metros de mí, cuando ya estoy llegando a las escaleras, de repente... ¡Pum! No sé cómo ni por qué, pero caigo al suelo y las maletas conmigo. Suelto un bufido, harta de todo y de mí misma, por mi torpeza, por mi estupidez, por...

- ¿Te he hecho daño?- Un chico de más o menos mi edad, se agacha junto a mí y me coge de la mano para intentar ayudarme a levantarme.

Le observo detenidamente y no sé por qué mi corazón se embala. Me ruborizo ante la escena. Le miro a los ojos, luego al suelo. El me busca la mirada, yo se la rehuyo. Me sonríe. Me da la mano e intenta ayudar. Pero yo se la aparto, me consigo levantar sola, sin ayuda. Ya de pie me sacudo los vaqueros. Cojo mis cosas torpemente y le vuelvo a mirar sin darme cuenta. El chico sigue con una sonrisa y vuelve a repetir su frase.

- ¿Te he hecho daño?- Le miro con desprecio.

- No, sólo me has hecho caer.

- Lo siento, de verdad.

- Ya.- Yo intento disminuir la sensación que me invade ahora mismo. No sé cuál es en verdad, pero no me gusta. Es como si... ¡No, pero qué digo! No, los flechazos no existen. Dios, ¿pero qué me pasa? Me quito esa idea de la cabeza e intento rehuir más veces su mirada.

- ¿De verdad qué estás bien?- El chico no cesa en sus intenciones.

- Sí, de verdad.- Intento ser borde, pero no me sale. Quizás seca.

- ¿No quieres que te ayude?

- No, puedo sola.- Vuelvo la mirada a mis cosas y me deprimo solo de pensar que tengo que subirlo todo hasta arriba, sin ascensor. Qué guay.

- Ya.- El chico intenta imitarme, sonríe y coge algunas de mis maletas.- ¿Y vas a poder tú sola con eso por las escaleras si antes casi te matas?

- Antes casi me mato porque tú te has metido en mi camino.- Resalto eso último para dejarle claro que la culpa es suya y no mía. Lo que faltaba.

- Ya.- Y vuelve a hacerlo.

- ¿Puedes dejar de hacer eso?

- ¿El qué?- El chico, que ya ha subido varias maletas hasta arriba, me mira con ironía. Eso me molesta más, pero a la vez me encanta.

- Eso.

-¿Eso?

- Imitarme.- Suelto por fin, ya me tiene harta. Me meto las manos en los bolsillos y dejo que él termine de cargar con lo demás.

Él se ríe de nuevo y me guiña un ojo. ¿Pero qué intenta? ¿Conquistarme? Pues eso sí que no. Yo ya no quiero nada que tenga que ver con el amor. Mi mirada se torna a sus ojos de nuevo, instintivamente. Me enternezco. ¿Pero por qué? Buf... Otra vez no...
Cuando el chico termina, me entrega la llave y deja que abra la puerta. Lo hago y entro en la habitación. Enciendo las luces, meto las cosas y me tumbo en la cama de un salto. Cuando miro hacia la puerta pego un respingo y me siento en el colchón.

- ¿Pero qué haces tú en mi habitación?- Indignada, me voy hacia él.

- Hombre, pues ya que estoy la veo y así te cotilleo un poco.- Sigue actuando como si no pasase nada.

- ¿Qué? Venga, fuera.

- ¿En serio? ¿No quieres saber nada de mí? ¿Ni siquiera mi número de habitación o...?

- ¡Fuera!- Grito enfadada. Lo empujo hasta la puerta y antes de que pueda pegarle un portazo en las narices me coge del brazo.

- De nada.- Y se va por el pasillo.

Observo como desaparece por los pasillos. Me deja intrigada después de todo. Sonrío y gruño enfadada por no saber nada de él más. Salgo a la puerta y le llamo a gritos. Él me mira sonriente de nuevo. Se ve que esto ya lo había previsto. Genial, ahora soy predecible.
Antes de que pueda preguntarle nada, me grita por el pasillo:

- ¡Habitación 130, por si quieres pasarte!

Los dos reímos. Yo gruño, pero me río también. Cierro la puerta. Ando hasta mi cama, cojo mi móvil y me tumbo en la cama, mirando al techo. Apago las luces , hasta quedarme con la sola lucecita del móvil. Me ilumino la cara con ella y suspiro feliz. Habitación 130, supongo que habrá que pasarse por allí.

Capítulo 3 Pintaré mi destino

Tres de la tarde. Me monto en el coche y mientras meto la llave para arrancar, intento afrontar la nueva vida que intentaré tener. Aún no sé donde iré. Dejaré que sea la carretera quien me guíe hasta algún destino.

El piso ya está alquilado, hace varias horas que me llamaron un matrimonio joven para alquilarlo. Se quedarán bastante tiempo por lo que les he entendido. Trabajan aquí, creo. No sé. Y sobre la idea de las fotos, no tienen problema. Ya les he explicado lo ocurrido. Todo arreglado. Todo comprendido. Mi piso alquilado. Una nueva vida por comenzar.

Arranco, el motor comienza a sonar. Suspiro. Lo hago una vez más. Vista al frente. Estoy decidida. ¿Lo estoy de verdad? Sí. Me estoy intentando convencer a mí misma de ello. Piso el acelerador y comienzo a vagar sin ningún destino concreto por toda la ciudad. Cada vez me alejo más de ella. Le tiendo una larga mirada nostálgica y me despido de ella.

Después de unos minutos más, ya he pasado las afueras y me encuentro ya fuera de ella. Pienso en parar y echar la vista atrás, pero eso no me beneficiaría. Tengo que ser fuerte. Tengo que cambiar de vida. Y esto es lo que conlleva.
Mi móvil comienza a sonar repentinamente. No le presto atención a ninguna de las llamadas. Las ignoro. Son algunos de mis amigos buscando algún tipo de explicación concreta sobre mi ida. Cada vez que suena de nuevo, mi tentación de cogerlo aumenta, pero me freno a mí misma. No puedo tener nada de mi antigua vida. Eso sería retroceder de fases. Y ya debo de haber pasado a la quinta, supongo. Si es que hay quinta, no lo sé.

Decido encender la radio para distraerme un poco. Lo hago y comienza a sonar una de las canciones de Carlos Baute. Me acuerdo de los momentos con Álex y me enfado. La apago sin dudarlo. Esto no me ayuda. Nada en verdad. Me quedo en silencio con la sola compañía de mi yo interior.

Así van transcurriendo las horas hasta que decido que tengo hambre y paro en una pequeña venta cerca de la carretera. No tiene muy buena pinta. Ni siquiera sé dónde estoy. Supongo que bastante lejos de la ciudad, ya hace horas que la dejé atrás.
Entro en la venta, me siento junto a la barra y pido un bocadillo mientras el camarero no hace más que mirarme. Por lo que veo, debo ser la primera chica decente que pasa por aquí en semanas, ¿quizás meses? Quién sabe. El camarero me pregunta de qué quiero el bocadillo y le dejo que él mismo escoja. "Sorpréndeme."- Pienso. - "Seguro que lo haces mejor que mi móvil"

A los pocos minutos, ya tengo en mi mano un bocadillo de tortilla envuelto en papel. Le pago ante la atenta mirada de los demás hombres que toman copas junto a mí. Pago con desgana y me voy de allí en cuánto puedo. Esa gente no me gusta demasiado.
Me subo en el coche, pongo el bocadillo en el asiento de al lado y arranco de nuevo. No voy muy lejos de allí. Sólo unos cuántos kilómetros de aquel sitio, los suficientes para estar lejos de esa gente. Me detengo en el arcén, pongo las luces y comienzo a comer mi bocadillo.
Tiene un buen sabor después de todo. No es que el hombre se haya esforzado demasiado en envolverlo, pero bueno.
Me lo acabo enseguida, tiro el papel por la ventana y prosigo con mi camino.
Ya con el estómago lleno, comienzo a meditar la idea de que necesitaré un trabajo. Y un sitio dónde vivir, por supuesto. Quizás un piso alquilado me sirva. ¿Qué paradoja verdad? Huyo de mi vida pasada alquilando mi piso y ahora soy yo la que vivirá en una situación parecida a la del matrimonio a los que les he alquilado mi casa. Quién sabe qué me deparará el destino. Ojalá que me toque un casero bueno. ¿Así que ya tengo decidido que viviré de alquilada? A veces me sorprende lo rápido que tomo una decisión y la asumo.

Pasan varias horas más hasta que llego a una ciudad. Debo a ver llegado a Castilla y León por lo que parece. Miro los carteles y éstos me indican que he llegado a León. Medito la idea unas cuantas veces antes de volver a seguir mi camino. ¿Será esta la ciudad en la que mi vida cambiará? ¿Es esta la ciudad que quiero para pasar página? Antes de que pueda enlazar todos mis pensamientos y pueda crear una respuesta, un claxon de un coche me sorprende y hace que siga mi camino. Debo haberme parado demasiado en este semáforo. Arranco y sigo por la carretera. Para cuando me adentro en la ciudad ya tengo tomada una decisión. Sí, será aquí donde comience mi nueva etapa. Sonrío satisfecha por la decisión y comienzo a buscar algún sitio donde aparcar.
Paso la avenida. Observo la ciudad, la verdad es que he elegido bastante bien. La ciudad es preciosa. Veo coches pasar junto a mí, con mucha rapidez. La fugacidad de la ciudad.
Pocos metros más allá encuentro un sitio libre y aparco. Apago el motor. Paro un segundo para que todas mis ideas tomen un lugar determinado, se relajen. Tomo aire. Lo suelto. Esto lo repito varias veces más hasta que consigo afrontar que estoy a casi 400 kilómetros de mi ciudad, que aquí será donde emprenda una nueva vida, que no conozco a nadie aún y no sé a dónde iré. Poco a poco me relajo, cada vez más, pero nunca del todo. Ahora, al igual que cuando salí de mi casa, no sé que será de mí. No sé a dónde dirigirme. Sólo tengo una cosa clara: necesito un sitio para pasar la noche.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 2 Yo te amaba

Fase tres: Salir y olvidarse de todo.
Cuando salgo por la puerta, salgo con ese objetivo. Deshacerme de esa casa y con ella, de todos los recuerdos que habitan allí.
Aún no sé cómo voy a hacerlo, supongo que no la venderé, por si después me veo en un apuro, poderme ir allí de nuevo. Aunque esa es la última de las posibilidades, volver allí de nuevo, a vivir.
Decido que la alquilaré y con el dinero que saque todos los meses del alquiler, podré pagarme los demás gastos.

Aún no sé donde ir. A donde mudarme. Tiene que ser lejos, muy lejos. No quiero convivir en el mismo ambiente o ciudad.
Pero no sé a donde ir. El país es tan grande, tengo tantas posibilidades...
Decidida, me voy hasta una tienda bazar y compro un cartel de "SE ALQUILA" grande y colorido para que se vea bien. Pago a la señora y me voy para mi casa.
Miro el móvil. Veo mis contactos y en ellos, algunos de mis amigos.
Pocos, pero se le pueden llamar amigos. Tampoco me deprime demasiado la idea de dejarlos atrás. No tengo un vinculo demasiado fuerte con ellos.
Pensándolo bien, no tengo nada ya en esta ciudad que me retenga en ella. Antes, ¿a quién tenía? A Álex, por supuesto. Bueno, y a esa zorra que iba de mi amiga, Alicia, y que después se tiró a mi novio. Amiga, sí claro...
En lo que le doy vueltas a todo esto, llego a mi casa y dejo el bolso colgado de la percha de la entrada.
Resoplo. Ya son las nueve y aún no he hecho nada de provecho. Bueno, sí, quizás la idea de mudarme sea algo importante.
Enciendo el portátil, mientras me hago algo de desayuno. Un par de tostadas servirán.
Entro en mi cuenta de correo electrónico y les envío un breve mensaje a mis amigos en el que les explico que me voy a hacer una nueva vida. Lejos, muy lejos. Les pido disculpas por ser tan brusca y les digo que les echaré de menos. Me despido con un beso y allí acaba el mensaje. Le doy a enviar y espero a que les llegue a cada uno. Luego cuelgo un anuncio en internet sobre el piso, dejo una pequeña descripción y el precio de alquiler. Cierro el portátil con alguna esperanza en que alguien se interese ya mismo por él.
Me termino el desayuno y me lavo los dientes rápidamente.
Examino toda la casa y me canso solo de pensar en la mudanza. Tendré que empezar ahora mismo a hacer las maletas, no cogeré demasiado.
Comienzo a hacer las maletas, meto toda mi ropa en una de ellas. Camisetas, vestidos, faldas, gorros y... una camisa de Álex. Una camisa azul claro. Muy bonita. Se la tuvo que dejar aquí ayer, con todas las prisas. Me fijo mejor y veo que en bolsillo de ella hay algo. Curiosa, meto la mano y lo que saco es un papel. Un papel bien doblado y que parece que tiene algo escrito. Lo abro sabiendo lo que me puedo encontrar y lo leo:
Te quiero, amor. No te olvides de tu pequeña Ali. Llámame luego. No tardes mucho. Un beso, Alicia.
Lo hago un gurruño, abro la ventana y lo tiro junto a su camisa azul. Lloro enfadada. O dolida, quizás. Ahora no sé muy bien cómo definir lo que siento.
Cuando se me pasa, sigo preparando todo, hasta sólo quedar lo básico. En el salón quedan algunas fotos, pero no me las voy a llevar. Las dejaré aquí y ya los que vengan alquilados, que hagan lo que quieran con ellas.
Cojo una de las que hay en la mesa y la miro atentamente.
"Tú decías que me querías. Y yo te amaba. Me mentiste. Me has hecho daño." Y tiro al suelo el marco con la foto haciendo que se rompa en mil pedazos, enfadada.
Cojo todas mis cosas y salgo de allí como puedo con las maletas.
Una última ojeada a la que ha sido mi nido de amor durante tanto tiempo y cierro la puerta sin más. Me voy. Me marcho con la esperanza de no volver jamás aquí.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Capítulo 1. Las fases del desamor

Suena el despertador. Estúpido cacharro. Le doy un manotazo, le doy con tanta fuerza que se cae de la mesilla. Encima el ruido tan horrendo que hace al caer hace que me moleste más. Aparto poco a poco las sábanas de mi cuerpo y me levanto de la cama con desgana. Voy dando tumbos por la habitación hasta llegar a la ventana. Subo la persiana y empiezo a ver pequeños escollos de luz que entran a mi habitación a través del cristal. La subo del todo y observo el paisaje. Aún está amaneciendo. Para todos, este paisaje sería precioso: todo despejado, con unas pocas de nubes rosadas pintando el cielo azulado. Y toda la ciudad iluminada. Toda una postal para mandársela a tu enamorado. A todo el mundo le gusta esto. A todo el mundo, menos a mí. No me juzguéis, normalmente me suelen gustar, pero ahora reniego de todo lo romántico y todas esas ñoñadas. Ya probé lo que era estar enamorada por un hombre. Yo también era la típica ñoña que le encantaban todas las bobadas estas romanticonas. Pero me engañaron, y lo pasé mal. De echo, ahora me hallo en la tercera fase del desamoramiento. Sí, como oís, hay fases. Tres. La primera es la de hundirse y sentirse solo. La segunda es la de contárselo a alguien. Y por último, la tercera es la de salir y olvidarse de todo. Pensándolo mejor, no sé en que fase me encuentro, creo que en las tres al mismo al tiempo. Aún me siento ahogada, le echo de menos. Pero a la vez lo odio con toda mi alma. Lo de contárselo a alguien... Bueno, supongo que con que él ya lo sepa, vale. Y también me he olvidado de él hasta renegar del amor y de todo lo que conlleve a él. Supongo que esta será la cuarta fase. Se definiría como la fase en la que te has olvidado de él/ella pero aún lo extrañas. Odiándolo a la vez en mi caso. Es como una pequeña antítesis. Una pequeña pelea entre el amor y el desamor dentro de mi cabeza. El desamor va ganando la batalla.

Volviendo al mundo real, vuelvo en mí misma y dejo apartados mis sentimientos para otro momento más oportuno. Voy hasta mi armario. Bostezo. Elijo la ropa que me voy a poner. La cojo junto con mi ropa interior y me dijo hasta el baño. Deposito la ropa en un pequeño taburete de madera, junto al lavabo. Enciendo el grifo de la ducha y dejo que el agua vaya corriendo para que vaya cogiendo temperatura. Me quito la ropa y me meto en la ducha. Antes, pongo música en el móvil, como siempre hago para conseguir relajarme un poco y olvidarme de todo. "Tercera fase" - Pienso. - "Salir y olvidarse de todo". Busco en mi móvil entre las distintas carpetas de música y le doy a la primera lista, en orden aleatorio."A ver que me pones, sorpréndeme" Le doy al play y me meto en la ducha. El agua comienza a recorrerme todo el cuerpo, quitándome el frío propio de Noviembre y dándome calor mientras la canción comienza a sonar. Someone like you. Genial. Una canción perfecta para retroceder de un salto a la fase primera. Resoplo cansada por la mala jugada que me está haciendo pasar el día. Así pasan los casi cinco minutos que dura esta canción y para cuando termina, yo ya he acabado de ducharme. Salgo de la ducha y cojo la toalla que hay en la puerta colgada. Me enrosco en ella y me seco bien. Comienza a sonar Tanto, de Pablo Alborán. Se ve que no le caigo bien a mi móvil. "Al final no me has sorprendido." - Pienso.

Cuando ya estoy seca me visto y me seco el pelo. Me peino, me maquillo. Me paro un segundo y me miro al espejo. Físicamente soy la misma que hace un día, cuando Álex y yo rompimos al pillarle con su exnovia en la cama. Estúpido... Pero a la vez recuerdo todos los momentos vividos aquí. Cuando nos duchábamos juntos y nos poníamos a cantar baladas de amor de Carlos Baute a dúo, cuando en San Valentín él me preparaba siempre una sorpresa y llenaba el salón con velas, cuando se nos quemó nuestro primer pastel en el horno y toda la casa oliendo a humo, nuestros momentos en la cama... ¿Y ahora? ¿Ahora qué queda de eso? ¿Daría de nuevo la vida por el hombre que me engañó con su ex? Después de meses de amor incalculable, después de semanas que parecían haber sido sacadas de alguna novela romántica, después de todo eso, ¿qué quedaba? Rastrojos de un amor falso, de un amor que me dio el hombre que pensaba que me amaba. Pero se ve que me equivocaba. Como siempre, no todo puede ir tan perfecto, y nuestra relación hasta los últimos días, fueron los más bonitos de mi vida. Con recuerdos preciosos, ahora envenenados por el desamor y que inundan este piso. Toda mi casa está llena de recuerdos dolorosos.

Cuando termino de prepararme, salgo del baño, cojo mi bolso con mi móvil y demás y me dirijo hasta la puerta de la entrada. Cuando la abro, sólo salgo con un objetivo: Vender el piso y borrar los malos recuerdos, los buenos, todos. Fase tres: Salir y olvidarte de todo. Mudarme.